martes, 19 de febrero de 2013

El valor de la investigación


Todo hombre de ciencia que pretenda colaborar con sus luces al saber general de la humanidad, tiene que convertirse en escritor. Éste es el único camino mediante el cual saldrá de si mismo y proyectará sus conocimientos sobre generaciones venideras tras pasando los límites del lugar y del tiempo.
El libro es, hasta ahora, el vehículo más adecuado para esta proyección. De material aparentemente débil, tiene una resistencia extraordinaria que le permite sobrevivir y ser leído centenas de años después de haber sido escrito y editado. Nada de lo que se escribe pasa inadvertido para los demás; lo escrito perdura para siempre: de ahí su importancia.
Quienes escriben libros o trabajos científicos coinciden, por lo general, en que una obra escrita es el resultado de un largo proceso de trabajo racional y lógico que eslabona cada uno de los pasos de un proceso natural hacia una conclusión lógica también. Pero. A pesar de esta lógica, aún en los libros más científicos y donde el autor trata de presentarse con la mayor imparcialidad, hay una circunstancia muy especial que no permitiría que la misma persona, con los mismos materiales, lo volviera a escribir. Esa circunstancia es el propio autor, en quien se conjuga una diversidad de factores circunstanciales, personales, que hacen del libro el resultado de un cierto momento de su vida. No es de extrañar que cuando un autor toma su propio libro, si es honesto consigo mismo, rara vez está conforme con él, y siente la angustia de no poderlo cambiar, por lo menos en alguna de sus partes. Ahí está la relación que hay entre cada hombre y cada momento de su vida y, también, entre cada uno de esos momentos y la circunstancia del individuo con sus obras.
La investigación, en lo que atañe a recoger material, ampliar conocimientos o profundizarlos, ordenarlos, sintetizarlos y analizarlos, no es otra cosa que el esfuerzo, hasta cierto punto mecánico, de preparar la mente para ese momento en que ayuda por circunstancias especiales subjetivas, y no mecánicas, puede reaccionar ante el material para deducir correctamente de su análisis. Por eso no todos los momentos son buenos para escribir sobre una materia investigada, ni tampoco se puede producir a destajo un buen manuscrito.
La parte subjetiva, de la que ya empezamos a hablar, es muy delicada tratándose de libros científicos. En el caso del escritor de manuscritos creativos o imaginativos, la situación es totalmente diferente, pues el autor puede hacer o deshacer según su gusto. Pero el escritor científico debe mantenerse dentro de los límites de los hechos científicos , los cuales no puede alterar, y entre ellos su inteligencia averiguará lo que puede deducir. Su personalidad tendrá que reflejarse a través del tema escogido, esto es, en el material empleado, en la forma de hacer su selección y ordenación, en la manera de analizarlo y en el modo de hacer sus deducciones según su capacidad y su cultura. El libro ideal de investigación resulta el trabajo personal que combina el material de trabajo y la subjetividad del autor, en la cual éste pone de su parte inteligencia y cultura, además del significado que para él tiene el momento especial en que se pone a escribir.
De acuerdo con lo que antecede, es natural que, mientras más cuidadoso y meticuloso sea el autor al aplicar su método de trabajo, en mejor disposición estará para lograr las finalidades lógicas del mismo. La solides y el rigor no debén estar reñidos con la forma agradable y literaria, o con la claridad y la sencillez de la expresión. Los trabajos de investigación deben tener tales virtudes de estudio que el lector pueda captar con toda precisión y nitidez el pensamiento y los matices que el investigador percibió durante su estudio y en sus conclusiones. Ésta es la parte más humana de la investigación, pues la sensibilidad del individuo se convierte en un factor importantísimo.
Además el rigor en el método y de la claridad de la exposición, el investigador científico cuida, de manera especial, el equilibrio que guarda su mente ante el material. Éste es observado con toda honestidad y sin prejuicios. Los temas concretos surgirán de manera natural de la investigación misma. El autor debe partir de un campo general hasta encontrar el tema específico de su preferencia, que será convertido en el objeto de estudio.
Así pues, el tema de investigación, propiamente dicho, al no ser prejuzgado, surge de las lecturas y del conocimiento íntimo que de sus circunstancias propias tiene el autor, cuando éste logra captar plenamente su significado y su objetivo.
El interés personal y el lazo que existen entre el autor y cierto tema no pueden hacerse a un lado, si la relación entre el autor y su tema no existe, tampoco habrá placer en el trabajo, el cual será abandonado por aburrimiento al poco tiempo de comenzar. Resultando muy difícil que un autor, pro preparado que se halle, emprenda investigaciones sobre campos que le sean totalmente extraños.
Hay que tener en cuenta todo esto, porque, empezada una investigación, el individuo se verá ligado a ella durante largo tiempo. Por lo general la tesis profesional suele introducir al investigador en un campo que, de manera natural, se prolonga después de haberla terminado.
Todo el que se inicia debe ser asesorado por un profesor consejero que le ayude en sus reflexiones y, luego, en cada uno de los pasos subsiguientes. Con frecuencia el alumno se desalienta o se despista, y sólo una persona experta puede mantener su interés y ayudarle a salvar las dificultades que encuentra a su paso. El consejero debe conocer al alumno y también el respectivo campo de estudio. Es importante que ambos puedan trabajar dentro de un entendimiento y respeto mutuos, pues , en cierta forma, el uno va a complementar al otro. No se trata de que el asesor absorba la responsabilidad, si no de que encamine las cosas de tal manera que el alumno tropiece con las soluciones, a veces sin notar el papel que tuvo en ello el consejero.
Consejero y alumno entablan un dialogo amable y amistoso, para que el primero pueda darse cuenta de la preparación y de los verdaderos intereses del segundo. Des ese diálogo depende, en gran parte, que los dos puedan rendir todo lo necesario en el proceso del trabajo.
Éste, teóricamente debe dividirse en tres partes importantes que forman la estructura de la tarea, y cada una de las cuales ha de resolverse de una manera especifica:
1.      - La aproximación al tema y el planteamiento del problema general.
2.       -La exposición crítica del material, que puede ser documental o bibliográfico
3.       -La síntesis y la conclusión que sobre el problema planteado se obtiene después de analizar el material.

BBIBLIOGRAFÍA
Bosch G., Carlos. “El valor de la investigación”. En: La técnica de la investigación documental. 11ª edición. Editorial trillas. 1987. Capitulo  1 páginas 5-9


Publicado por: González Hernández Ernesto

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